A la descomposición mundial del sistema, una fusión del núcleo más (central nuclear Fukushima, Japón, 11.03.2011).
Certificado de no objeción por parte de los médicos para cada central nuclear ya de antemano y mucho tiempo antes.
Epidemias por radiaciones prescritas por los médicos, globalmente, contra todos, junto con terapia y muerte en la clínica-búnker antinuclear.
El guarda del hermano del reactor ("... para que nadie le mate ...", Génesis 4, 9)
Y de nuevo radia el capital El cáncer de uno, el suplicio de otro El Estado médico con sus batallones Cerca a los de dentro de las zonas de radiación Esto era lo que enseñaba el SPK La explosión de los médicos alevosos aquí está 26.4.1986, O.21h
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Pero existe una mezcla explosiva de vida chapuceada y de conciencia ... (emisión radiofónica)
El estado del mundo es enfermedad. ¿Qué hacer?
¡Basta de guerra iatrobióntica de los médicos contra todos. Pasad a la ofensiva!
¡Enfermedades de todos los países uníos!
¡Hacer de la enfermedad un arma revolucionaria!
¡Clase de pacientes contra la clase médica!
Comparado con esto, los barullos contra las plantas nucleares y la destrucción del medio ambiente, desde el punto de vista de los pacientes, parecen iatrárquicamente limpios de patopráctica [heilsgewaltig rein von Pathopraktik]. Aquellos contestatarios tienen en sus cabezas su salud individual, la cual en realidad no es más que vida explotada y violentamente oprimida que, por tanto, no es en absoluto vida: por el contrario, es valuta de la muerte en los campos de batalla [Walstaetten]* del actual poder violento de la clase médica [Heilsgewalt].
* Incluso expertos interesados en la etimología, podrían haberse sorprendido antes que nosotros: de lo que se trata aquí es de cadáveres, que sin embargo no son nuestro tema en el presente texto. Según la raíz indoeuropea de la palabra Gewalt ("Violencia"), todo, es decir todo "-wal-", todo "valor", es decir todo "-wert-", y toda "Ver-wal-tung" (administración), todo "in-vál-ido" , no es más que un requisito de casa mortuoria. Por consiguiente, desde la óptica de la Iatrarquía autocrática y omnidominante, a lo largo de la historia real entera la vida se reduce, desde la cuna hasta la tumba, por ejemplo, a "la obediencia de cadáver". "Amigos, la vida vale la pena ser vivida". ¿Así es? ¿Realmente? ¿Y vuestro orgullo, vuestra omisión de sacudir y de lanzar fuera el yugo de esta tiranía, para que realmente tengáis derecho, por primera vez, de hablar de libertad, sí, dónde ha quedado vuestro orgullo?, ¿en qué "walstatt (campo de batalla), en qué fábrica-de-adaptación, en qué "Wa-h-l-Urne" (urna electoral) , en qué urna "democrático-liberal" de "su" "votación" ("Wa-h-l") "secreta" ha quedado vuestro orgullo? El secreto es: ¡No hay secreto alguno!
En la cabeza de los defensores y responsables de aquellas centrales nucleares está la salud universal, el mismo fantasma nazi-biologicista. Ambos lados están basándose objetivamente en la misma ética médica redoblada, un conflicto que ningún médico, enfrentado con la patopráctica, puede soportar: se basan en la incompatibilidad fundamental entre bienestar individual y salud pública. Ambos lados tienen sus médicos y ambos están sujetos a su magia. Ambos lados cuidan su "salud" y glorifican el poder violento de la clase médica [Heilsgewalt]. De momento, el médico es quien todavía les aleja sus preocupaciones por su "salud", es el super-dispositivo-de-eliminación [Superentsorgungsanlage] de sus preocupaciones. Pero bajo mano ya está aplicando la biotecnología; es el criador que de fragmentos de coli-cromosomas y de cristales sintetizados está cultivando material humano tan duro como el acero de Krupp y tan sano como una manzana [kern-gesund]; es el domador y castigador [Zuechtiger ] que corta, hierve y envenena, traspasa los límites y las fuerzas [entkraeftet und entgrenzt] de cerebros, corrientes cerebrales, lo hipnótico y lo hipofisiario.
Pero quien ataca en el ético del absurdo o en el aplicador de la ciencia y en el responsable de la biotecnología al médico [Arzt], no sólo le retira la confianza. Sino que le separa, en primer lugar, de la enfermedad en la cual toda práctica médica tiene su pretexto; en pocas palabras: retira el suelo de los pies de la clase médica infligiéndole así una ofensa mortal [kraenkt sie toedlich]. Y el médico por su parte, obligado a retirarse y a buscarse pretextos acudiendo a la biotecnología y a la ética médica, contribuye, sin quererlo, decisivamente a la derrota del sistema y de su clase. En similares dificultades se metió la clase aristocrática en los tiempos de la Revolución Francesa de 1789. Viéndose obligada a rendir cuentas de sus actos por los empobrecidos, la aristocracia podía aportar únicamente la bio-ingeniería, en aquellos tiempos la cría de animales, como prueba a favor de su descendencia de sangre azul. Justo como el clero hizo con su ética de fabricación casera, con el objetivo de derivar de Dios el derecho divino de reyes y clérigos. Eso fue el principio del fin.
Ya sea la que aplica la cultura de la salud [Heilskultur] o la que
supuestamente aleja los daños a la salud: solamente al dirigir los ataques
contra esa clase médica, las plantas nucleares pueden volverse un punto de
ataque antagónico-material [gegen-staendlich], solamente así la
bio-tecnología puede ser destruida y la violencia y el poder pueden ser
derribados. El ataque contra la clase médica llega al corazón del asunto, a su
núcleo, siempre que y debido a que la batalla se libra con y por la enfermedad.
Tomado de: Poder, Iatrarquía / Enfermedad, Violencia; PF/SPK(H), Huber, 1977