Sorprender y desprender

Lo siguiente llega a la conclusión de que solamente los pacientes pueden tener un, bajo todos los aspectos fundado, interés por la revolución de todas las condiciones, y que el proceso revolucionario necesita de la ayuda médica de los enfermos revolucionarios; que el concepto de la enfermedad universalmente desarrollado es el cordón umbilical a través del cual el ser humano nuevo está unido y entrelazado con la especie indivisible.

La sociedad antigua de negreros-esclavistas y la sociedad anacrónica de los libres capitalistas tardíos se ha limitado, dicen, a tratar –en pocas palabras- la enfermedad mediante la enfermedad (incluyendo en este proceso su diagnóstico y su producción).

Solamente a la genialidad preconceptual del dinero se debe que esta magia y este embrujo (Zauber), durante dos milenios y medio, impregnaban y dominaban al principio la super-estructura social y más tarde la base, que al inicio eran culto, más tarde laboratorio y labor (trabajo) vinieron a ser uno (pero encarándose a todo ataque frontal con aquella mentalidad que se espera más bien de un barril de pólvora que huele la mecha).
Aparte de que terapeuta significa en la patrística griega simplemente monje, con lo cual ya se perfila que actos de culto incluyen la enfermedad, y que están programados en cierto modo por enfermedad, entonces apenas a uno le chocará que el culto estatal en la Alejandría helenística quedaba absorbido por completo por la enfermedad bajo el escudo del dios sanador-salvador Esculapio. Éste debió, como dicen, su fuerza tanto hiriente como sanadora, que sostenía al Estado de negreros-esclavistas, a su propia enfermedad, comparable en eso tanto al semi-dios epiléptico Heracles como al semi-animal (centauro) Quirón. Todos ellos fueron considerados como arquiatros* [artistas de la forma, por eso el nombre Arzt (alemán: médico). Probablemente se hace bien en traducir arquiatros (artista de la forma) como protector del estado, y eso también en el sentido militar, dirigido contra los esclavizados y contra los que quedaron por esclavizar, por no decir por la razón anti-anarquista de esta designación de servicio. ¡Eso no solamente porque fueron, como Heracles y Quirón, declaradamente marciales: sus manos y dedos (manus) simbolizaron las legiones, sanación y procreación, todo en uno!].

*arque-…: archi-…, arz-…, arce-…., arqui-…, el primero, el superior, preeminente, el principal.
iatros…: médico, HEILsalvación …

Enfermedad funcionó como remedio curativo y también como integral de la cultura. Actos de culto, sea como ritos de incubación, intervenciones farmacológicas, quiroprácticas o como lo que sea, se consideraron solamente como estimuladores, canalizadores y catalizadores para encauzar la tendencia atribuida a la enfermedad, tendencia separadora, unificadora o tendencia que convierte las diferencias (Unterschiede) unas en otras, tendencias atribuidas a la enfermedad para dirigir y controlar lo divino, lo humano y lo animal, en lo que atañe tanto a una síntesis mesurada como a una contaminación dañina. Con esto se vio en la contaminación (entremezcla con respecto a cuerpo y espíritu y en modificación análoga una entremezcla de humores, elementos, etc.) el inicio de la enfermedad. A la inversa de esta contaminación, en el sentido de una desmezcla y un restablecimiento de las proporciones correctas (eucrasia versus discrasia), se conjeturó el efecto de la enfermedad como remedio curativo.

Enfermedad por delante y enfermedad por detrás, ningún cambio de signo, ningún cambio, por consiguiente círculo vicioso, forma original (arquē), creación primordial, unidad excluyente.
A los momentos determinantes del concepto como contradicción de apariencia (Schein) y esencia, superada en la manifestación (Erscheinung) que les representa, se lo buscarán otros en balde en el culto con la enfermedad.

La afirmación negadora, el remedio curativo enfermedad, todavía no constituye un concepto. Y el hecho fenoménico (der phaenomenale Sachverhalt), que toda una superestructura social refleja de forma unitaria como enfermedad su diferencia específica con la base, es todo menos que un fenómeno (Erscheinung), todo menos que un reflejo de la lógica de la enfermedad, de su esencia que consiste en que exterioriza (entaeussern) la especie humana (Gattung Mensch), donde no se puede individuar sin rotura, como violencia desintoxicante, colectivizante y propagadora (en aumento).

Pero en asuntos de la enfermedad por lo menos tanto si no fue comprendido, entonces tanto más intuido: la enfermedad estaba hermanada con la pobreza. La masa hereditaria común, el genoma, por decirlo así, se da con ello a conocer sin mayor esfuerzo como dinero, sobre todo porque reaparece abiertamente en el culto. Y esto menos en forma del lugar del hallazgo de un tesoro como remedio curativo contra la pobreza –porque esta modalidad fenoménica estaba reservada, al menos al inicio, a la actividad del sueño ("incubación")-, sino más bien en forma de ofrendas-óbolos (impuestos), sin cuya presencia no estaba permitida la celebración del acto cultual. Esta condición muestra claramente el nivel abstracto en el cual se situaba a la enfermedad.

El dinero acuñó aún otros artículos y a sus poseedores, es decir: convirtiéndoles en poseedores de mercancías y en mercancías, nada más. A la transformación total del ser humano en un artículo-esclavo correspondía la particularización creciente de la parte que resultaba de ello: del poseedor de la mercancía.
Cada vez se desintegraba en más partículas, por ejemplo en psique y soma –para mencionar solamente las más destacadas. En cambio, nada de todo eso en el caso del esclavo, es decir: ningún fragmento cuerpo, alma, ser humano, persona, precisamente artículo para comprarlo, venderlo, alquilarlo, regalarlo y sólo como tal encomendado a manos seguras para utilizarlo con cuidado. O simplemente para el desgaste total inmediato y sin resto por cuenta del propietario. Ser un ser humano, pertenecer a la clase de los dominantes, dinero y cultura por un lado y estar enfermo por otro lado era exactamente lo mismo y se les consideraba como algo distintivo. El "resto", esclavos, bárbaros y otros se subsumían bajo el c a o s.

Con tal que se trataba, como decían, en el caso de la enfermedad, de la contaminación entre alma y cuerpo, está claro ahora que el paciente puede haber pertenecido en principio sólo al lado de la partícula y tiene que haber sido el poseedor de la mercancía con la aptitud de articularse, es decir, de tener esclavos.

Porque al lado del artículo no estaba prevista ningún alma capaz de contaminarse, ni el dinero necesario como puerta de entrada al culto con la enfermedad. Sin embargo, con el síntoma –con su carácter remisivo a simpatía- se apuntaba, si no sobre el suplicio (Qual), pero sí sobre la cualidad (Qualitaet) de un algo en el que lo exterior y lo interior, el antes y el después llegan a ser uno, que está suspendido del espacio y del tiempo (Cicerón), y esta circunstancia podría haber posibilitado al negrero-esclavista el vindicar, en la ulterior consumación de la particularización de su persona, también al esclavo para el culto.

No se trata aquí en primer lugar de la esclavitud. Ésta tiene su origen en la "división" del trabajo y corresponde a la funcionalización del ser humano como una herramienta intercambiable por sus semejantes o que por ganado (pecus – pecunia) y por otras partes de la esfera de producción y reproducción.

La transformación del ser humano en una expresión del dinero, y de eso se trata aquí, tiene en cambio el significado de lo que se llamaría metafóricamente, con un cliché de la biología actual, de la manera más acertada: una mutación totalmente defectuosa. Mientras a la especie animal corresponde la por principio no superable división entre especie como concepto en su universalidad y ejemplar, como la particularidad empírica, mientras el medio de trabajo y de subsistencia permiten conclusiones al entorno y a medios de una especialización y especificación, al seguir siendo incluso lo singular-aislado (das Vereinzelte), tan contradictorio que sea, la manifestación de una unidad esencial en relación con la especie, se acabó radicalmente, bajo la dirección del medio de intercambio dinero, con la individualidad (indivisibilidad) de este contexto rudimentario (a modo de germen) de la especie (Gattungszusammenhang).

Una vez sustituido el radical especie por el elemento omnivalente dinero –exactamente de eso se trata en el caso de la transformación del ser humano en mercancía-, entonces éste está, por decirlo así, despalanqueado, desarraigado, es decir, siguiendo con la imagen: químicamente inalterable (chemisch rein) ante la posibilidad de llevar a cabo desarrollos de otro modo que en forma de rupturas y fraccionamientos múltiples, descomposición general de todos los contextos en particularidades raras, exactamente aquellas cuya contaminación es evitable solamente a través del dinero, y sea a través de la estabilización de su "naturaleza como mercancía", a saber: bajo el índice sanación.
La especie sustitutiva se llama, resumida en una palabra: valor. Procede del acto de intercambio (Tauschhandlung) bajo la presuposición (Voraussetzung) de que distintos objetos de la transacción, es decir: objetos de distinta pertenencia genérica (Gattungszugehoerigkeit) son cada uno la expresión de una misma cantidad de unidades monetarias. Así corresponde por ejemplo la mercancía comercial ser humano a una determinada cantidad de unidades monetarias y no hay nada más en ella, porque todo lo demás en esta mercancía no es sino la expresión de estas unidades monetarias, es decir: el ser humano, sea la piel, los nervios, los músculos, está separado de todo valor, en cambio es valioso, a saber: exclusivamente como expresión y a medida de la cantidad de unidades monetarias con la cual se le imagina y se le representa (véase más adelante: anima idea corporis).
El hecho de que la piel, los nervios, los músculos, etc. son equiparados con esta representación y parecen valiosos a consecuencia de esta equiparación, por ejemplo porque tienen que ver con la producción, es secundario, en su esencia son irrevocablemente accidentes del dinero; a saber, primariamente lo principal puede ser solamente el vestir la seudoespecie valor, como resalta como forma universal del acto de intercambio con el dinero como intermediario, con las formas de pensamiento adecuadamente abstractas.
La transformación del ser humano en mercancía tiene repercusiones no sólo en las formas de su convivencia. Corresponde en sus efectos a un salto mutacionista hacia el patoplástico (Pathoplastikum) cultura.

El devenir del "todo fluye" es así la categoría bajo la cual primariamente el complejo entero del negocio de mercancías y el flujo de dinero toma forma de pensamiento. Pero de ninguna manera está previsto que en este devenir tengan lugar movimientos, es decir un devenir real-efectivo por ejemplo del ser humano transformado en mercancía, un devenir más allá de este carácter de mercancía.

Apenas pensada, esta categoría devenir ya ha cuajado en el Ser, con lo cual la forma valor también en esta larva (disfraz, máscara) se acredita como callejón sin salida (aporía) de toda transformación (mutación defectuosa).
El devenir heracleico del "todo fluye" no es nada más que una proyección hipostáticamente mercantil del tráfico floreciente de esclavos, que prosperó en la zona portuaria del Éfeso antiguo, hacia el universo. El Ser de Parménides es la expresión correspondiente para la ley del valor, por lo tanto del hecho de que en ese devenir continuamente fluyendo no deviene nada: que la cantidad de valor sigue siendo la misma en todas las transacciones de distintos contenidos. Caracteriza la importancia de la enfermedad creadora de la cultura, que un Friedrich Nietzsche más o menos dos milenios y medio después de Heráclito y Parménides quería atribuir al universo de un modo igualmente irreflexivo un "eterno retorno de lo mismo", es decir que el volumen total de las fuerzas disponibles en el universo no puede ser sino constante, por lo tanto la cantidad de combinaciones posibles una cantidad finita y por consiguiente el retorno de combinaciones idénticas tan concluyente como en un número (aproximadamente infinito) de partidas de ajedrez las mismas jugadas.
A pesar de estar versado, como casi ningún otro, en el trato con los valores de la moral, el nacimiento de la eternamente misma forma valor a partir de la cosa de valor dinero, históricamente bastante finita, le estaba tan ajeno como, al mismo tiempo, emparentado a su propio ser el desprecio para todo lo "mórbido".

Lo sustancialmente dislocado, por no decir la locura esencial, de este enfoque tiene su punto crucial en la mecánica del intercambio de mercancías. No es ni la expresión de una genialidad excéntrica, ni el producto de una infección de espiroqueta pallida. Pero puede ser tomado como prueba para la constatación hecha al principio que la enfermedad está vinculada desde hace milenios a patrones de pensamiento estructuralmente isomorfos. Cuanto más éstos se destacan, tanto más grande es la disposición espontánea de deducir de éstos una enfermedad, de ver tramando fuerzas y corrientes místicas, tanto más mínima la tendencia de identificar la plenamente desarrollada economía de intercambio precapitalista con enfermedad, y menos aún con uno de los lados de su esencia, su universalidad genérica (Gattungsallgemeinheit): la forma valor.

La forma valor, que no existe en ninguna parte más que en el pensar, no procede precisamente de la actividad del cerebro, un reflejo de la subjetividad personal, sino que tiene su origen y sujeto filogénica y ontogénicamente en exclusiva en el acto de intercambio con el dinero como intermediario. Parece que este hecho por lo menos estuvo todavía intuitivamente presente en la ideología antigua porque ésta trasladó la subjetividad, y esto bajo la categoría hypokaimenon (sirviendo de base, de sujeto, de sustancia), al mundo exterior, y por consiguiente concibió de una manera comparativamente "materialista" lo que desde Descartes es considerado como principio del sí mismo (Selbst) –porque no hay otro sentido en lo que la historia de la filosofía relaciona con la expresión subjetividad-, como asunto de la personalidad, especialmente del burgués emancipado mediante la "división" del trabajo.

Así la enfermedad seguía siendo, también como característica del dios-salvífico enfermo, exterioridad, algo que actúa desde fuera. Más todavía en el culto estatal se hacía alarde de ese estigma. Los rituales relacionados con ella y los procedimientos del intercambio abstracto de ofrendas-óbolos por "valores" apuntan a un objeto, "al enfermo", que está separado cuanto más lejos posible del sujeto del acto de intercambio (representado por el monje-"terapeuta"). Quien se encuentra en el estado de "incubación", está sin consciencia. Un aparentemente muerto durmiendo el sueño sanador (ein Scheintoter im Heilschlaf) que tiene que servir de formar el contenido de aquellos rituales que pretenden celebrar la vida de la especie humana en su diferencia específica ("atomon eidos"), la exclusivamente en el ser humano existente forma valor. Un muerto a demanda y disponible, transitoriamente con mando fuera borda, vida de segunda mano.

Pero sin-conciencia también significa ser sin división entre sujeto y objeto, sin relación sujeto-objeto, porque conciencia en el sentido original de la significación de la palabra es solamente una otra expresión para esa relación y aquella división.

La coincidencia de sujeto y objeto en la enfermedad, más exacto: el hecho de que lo que produce el sufrimiento está creado, como dicen, por el sufriente por su lado –sufrimiento puesto en obra (ins Werk gesetztes Leiden)- o tiene que crearse por el sufriente ("pasión", K.Marx), este hecho está considerado por el psicoanálisis (burgués) desde Freud como doctrina de uso corriente –hecho del cual estuvo sobre la pista, por lo demás, también Marx desde su enfoque por principio distinto. Además importa particularmente que la "Psicopatología de la vida cotidiana" se refiere a la enfermedad como un hecho al cual cada uno, a saber explícitamente no sólo el "clínicamente enfermo", está sujeto diariamente cuando hace en contra de su intención aquellos "actos fallidos determinados" (gezielte Fehlleistungen) que repercuten en él como "capricho del objeto" ("Tuecke des Objekts") tanto como han encontrado una fundamentación ilusoria en el voluntarismo biologista a modo de una "… intencionalidad aparente en el destino del individuo" (Schopenhauer).

Como es sabido, son el "inconsciente", sustancializado y objetivado como "subconsciente", o bien la "volición" y el "genio" (Hegel, Schelling) que, haciendo abstracción del espacio, del tiempo y de la realidad como tales, son de considerar como sujetos activos, hecho que se presenta a la observación como enfermedad dada por el destino (schicksalhafte Krankheit). Por lo tanto se trata de cambiar el punto de vista de aquel que se equivoca en que algo solamente le suceda, simplemente por el punto de vista de aquel que se observa como él mismo está creando precisamente todo eso.

En este parecer el sujeto y el objeto se fusionan del todo. Si la especie es el principio (Prinzip) de la unidad, y la disyunción como una y entera es real, convirtiéndose en mónada, entonces puede –bajo las condiciones históricas del capitalismo- tener su realidad en el sentido más amplio (empezando con la sociedad antigua del intercambio dirigida y programada por el dinero) en ninguna otra parte que en (este parecer de) la enfermedad.

Pensados hasta el final, tales adelantos de la psicología y filosofía burguesas terminan en que cada enfermo tenga que considerarse dichoso porque la enfermedad, dicen, le lleva al camino del perfeccionamiento (C.G.Jung), por ejemplo al reconocimiento fundamentalmente pesimista de que la muerte sea la mejor de todas las soluciones imaginables después de que de todos modos nadie puede dar marcha atrás con el nacimiento (Schopenhauer). En última consecuencia únicamente la muerte sería al fin y al cabo la especie que une y entrelaza a todos porque es ella la que reduce el supuesto sujeto de la división y el desgarramiento (Subjekt aus Spaltung und Zerrissenheit) a ésta su idéntica esencia, después de que la enfermedad, más allá de su función como medio de conocimiento de la unidad de sí mismo y el sufrir bajo ella, haga sentir mucho más el desgarramiento –dolores intensificados hasta el extremo, desesperación- que aquella perfección de la elitista "autonomía del yo", como promete la reciente teoría burguesa a los que convierten la enfermedad bajo su dirección y escudados con la promesa de adquirir capacidades creadoras, en un mal augurio (Menetekel).
Mas por lo menos no puede evitar abordar este aspecto de la alienación en toda su amplitud y profundidad, guardándose generalmente de llamar al fenómeno expresamente por su nombre.

Si la invitación a ver en la casualidad y la extrañeza aparentes de acontecimientos dados por el destino el producto unitario de la propia actividad, siendo tenido este producto como enfermedad tácitamente por (inajenable y) inalienable, entonces es por el hecho de que hay seres humanos que además están en condiciones de producir por lo menos algo, a saber: enfermedad, encontrándose completamente a sí mismos, volviendo a descubrirse, realizándose con todas las fuerzas genéricas y consustanciales (mit allen Wesenskraeften).

Pero éstas se realizan, como dicho, como mutación defectuosa de la forma valor que se plasma, camuflada de "voluntad", "subconciencia" y lo que sea, en simpatías ocultas y síntomas de los cuales, como ya mencionado brevemente, ya Cicerón supo que son manifestaciones del consensus, de la cognatio, de la coniunctio naturae, aquel punto de coincidencia del exterior y el interior en el cual lo (temporal y espacialmente) separado, como dice, está enlazado. Y parece del todo que mutación defectuosa es aquello que constituye toda la fuerza de su esencia, que consiste en resultar equivalente a fantasmas de procedencia misteriosa, es decir, absorbiéndose, pero sobre todo hundiéndose en uno de sus muchos roles que están prefabricados y vividos como destinos biográficos específicos de una clase, pero sobre todo como roles sociales, moneda acuñada, carácter, y eso significa (desde W.Reich) con razón: coraza (caracterial) contra el "centelleo del protoplasma"; por otro lado consiste en avivar la forma valor como aquella norma primordial (según Kant-Laplace) que, como dicen, constituye la esencia de todo, con la materia como especie: ser explosivo, sintetizando a modo de un rayo espacio, tiempo, tanto lo cualitativo como lo cuantitativo en un punto y en un abrir y cerrar los ojos [Nu (alemán), nous (griego)] y condensándolos en efectos dimensionables de la muerte como la más abstracta universalidad.

¡De un modo completamente análogo el acto de intercambio dirigido y programado por el dinero!
El intercambio de equivalentes hace abstracción (Sohn-Rethel) del espacio, el tiempo, la cantidad y la índole de los objetos a intercambiar. Es la contra-imagen espiritual de aquella explosión original, a saber: es realmente la norma original de la destrucción afirmativa.
El único criterio es la equi-valencia. Ésta constituye la forma del movimiento de intercambio, la forma valor, que vacía el pensar no solamente de todos sus principios formales habituales (categorías), sino que prepara y provoca, perpetúa y estabiliza aquel cambio cualitativo que entra como parte determinante en la mutación defectuosa.

El valor se ha dislocado y desplazado en las cosas. Forman en toda su heterogeneidad solamente la cáscara de su sustancialización (fetichismo del mundo de las mercancías). Parece que de ese modo llega desde el exterior al único y exclusivo portador de esta forma valor, el cerebro humano, parece que le suceda, mientras que es él mismo el que la proyecta (entgegenwirft, entwirft) hacia todas las experiencias como forma (arché), inducido por el acto de intercambio como esquema de pensar que abarca todo. La dis-locación y la locura (Verruecktheit) del cerebro consiste en que sus portadores se portan como cosas-de-valor, como objetos (narcisismo original).

No son por lo tanto las fuerzas de una "voluntad" schopenhaueriana, no son los instintos de un "subconsciente" anárquico los que, en forma de casualidades difícilmente transparentes y de sufrimientos dados por el destino, producen la mutación defectuosa, enfermedad en vez del ser humano como una especie indivisible; los que imponen fantasmas, los que apremian a ostentar y emular a una vida ajena, es decir: alienada, no son explosiones primordiales y fuerzas elementales de la naturaleza, que ya desde hace tiempo están transformados históricamente (social e históricamente) las que abren paso para desintoxicar lo singular-aislado, para colectivizar la desesperación y para individuar la vida humana como especie.

Donde el ser tanto social como natural está traducido a través (del medio) del comando universal de la abstracción del intercambio, desde hace tiempo, en ecuaciones del valor (equivalentes), antes de tener la ocasión de disolverse en las categorías conocidas conciencia (y Ser), son superfluas instancias como el "subconsciente", la "voluntad", el "genio", cuando se trata de intuir los embustes y errores sobre el factor destino y de enfocar las manifestaciones de lo que se esconde detrás del signo enfermedad.

El principio de equivalencia y la ley del valor no necesitan estas instancias para cortocircuitar todo de una manera animista, para "animarlo" (compárese: para "cargarlo" libidinosamente), para devolverle como "nervio de las cosas" ( -se refiere al dinero; en eso se pasa por alto que el ser humano no es siempre una cosa entre cosas, y que el dinero no es sino la sustancia de su dislocación y locura formal- ) lo que le han privado de realidad vital (negación afirmativa).

En eso no importa que fenómenos de la animación de todo (animismo) son más antiguos que la subsunción de la sociedad bajo el dinero. Lo que importa es que el "alma individual" genéticamente no tiene nada que ver con el animismo arcaico, más bien tiene su origen en exactamente esta universalización de la economía del dinero que convierte a la mayor parte de la sociedad y potencialmente a cada uno en la mercancía de consumo y laboral esclavo, pero atribuyendo un alma solamente a los poseedores de mercancías como -sobre todo en los comienzos- el espíritu que les es común, lo que se ha estilizado últimamente para las necesidades de una determinada corriente psicoterapéutica de moda como espíritu reprimido y por eso "inconsciente".

A la división, mejor dicho: a la escisión de la sustancia del valor en mercancía y dinero, por un lado, corresponde así la escisión del cuerpo vivo en una mercancía y un alma como la representación cosificada de un cuerpo inalienable (unveraeusserlich) por otro lado.
"Genio", "voluntad", "subconsciente" no son sino modificaciones extremas de la pseudocosa alma con respecto a la inalienabilidad (Unveraeusserlichkeit). Uno entrega su alma tan a pesar suyo como el dinero. Durante muchos siglos ambos han defendido contra una mejor vida las posiciones topes de la jerarquía de los "valores inmortales". Así todavía en Hegel el "genio" (Genius) es considerado, a diferencia de la "empfindende Seele" ("alma que siente sensaciones") la cual siente (empfindet) lo espacialmente separado (das raeumliche Auseinander) del cuerpo (res extensa) como unidad [lo pone todo en uno en el Empfindung (sensación)], a diferencia de la "fuehlende Seele" ("alma que siente sentimientos") a través de la cual se sienten (fuehlen) cambios de estado como la vigilia, el sueño, el soñar como unidad viva, es decir que lo temporalmente separado es concebido todo en uno –así el "genio" es considerado como la instancia en la cual el espacio y el tiempo, como generalmente todas la distinciones dadas por la naturaleza, todavía no son efectos, por consiguiente como valor, como un en todas partes y en ninguna, un siempre y nunca, como un alma natural (Naturseele) abierta sin resistencia a todas la influencias y manifestaciones (Aeusserungen).

Después de todas las exposiciones hasta ese momento no hace falta señalar particularmente la concordancia entre valor, como principio de la forma trascendental (anterior a toda experiencia) y universal, y "espíritu reprimido", del mismo significado que "genio", "voluntad", "subconsciente", "alma natural", -alma en general. La concordancia es obvia, en tanto que tal cosa pueda ser reclamada para asuntos en apariencia distintos, pero esencialmente iguales. Su procedencia de la transformación del ser humano en mercancía tiene su base y razón (Grund) en el acto de intercambio abstractificante (epocal). Por lo tanto, la concordancia es esencialmente equivalencia, no solamente igualdad (identidad de los opuestos) en el sentido de la lógica dialéctica, porque ésta tiene su raíz –y eso es decisivo- en la práctica del intercambio de equivalentes.
Esta circunstancia imposibilita, entre otras, suponer un (falso) círculo vicioso y hace superfluo recurrir a la hermenéutica filosófica del presunto ascenso del "prejuicio productivo" hacia el resultado que, por su parte, considerado otra vez como prejuicio, se enriquece –como dicen- autocríticamente; en pocas palabras, esta circunstancia preserva a uno de hacer de la necesidad del conocerse-a-sí-mismo – el ahorcarse-a-sí-mismo (Nietzsche) una virtud, porque atribuye la primacía metódica a la actividad práctica del ser humano por encima del cómo de sus experiencias en total.

Todavía menos puede tratarse de la perogrullada que –como dicen- el distinguir el valor entre valor de cambio y valor de uso, se base en un convenio social, andando como precio "con caprichos" (Marx) según la situación de los mercados, y que tenga que corresponder a una necesidad social para cobrar actualidad.
Superficialmente se trata simplemente de la contradicción, que valor y "genio" forman una universalidad genérica (Gattungsallgemeinheit), cuya coherencia hace posible el sustrato de esta universalidad, el ser humano, solamente como (mutación de la) degeneración mutante.

Para profundizar estos contextos, hay que tomar nota de que la concepción del valor y del alma-como-genio presupone una realidad en la cual las personas y otras cosas, además de espacio y tiempo, devenir y ser, etc. no tienen otra función que la de repelerse uno al otro (repulsión) y desintegrarse en sí mismos.
Únicamente las abstracciones forma valor y alma siguen como poder sobre los contenidos de estas categorías.

El acto de interambio hace abstracción no solamente del espacio y del tiempo. El producto de este proceso es también el desmontaje negador de la persona hasta el anonimato, considerándose el nombre mismo como la abstracción más extrema por parte del espíritu productor de signos (Hegel, zeichensetzender Geist), así que la abstracción que tiene efecto en forma de nombre es por su parte en el fondo sólo la confirmación (afirmación) de la abstracción que tiene su fundamento en la negación universal del acto de intercambio.

En ninguna parte más que en la concepción del genio, la voluntad, el subconsciente –breve y antiguamente: el alma, se manifiestan estas condiciones y circunstancias, y estas instancias no son genética y actualmente otra cosa que la manifestación de la forma valor que los fundamenta: se muestran como anonimia e impersonalidad y también como poder ante el cual persona y nombre se revelan tan poco como obstáculos, resistencias y límites como su repulsión en el "nexo" de espacio, tiempo y causalidad.

Consta que este poder es un producto artificial social, puesto en marcha por la práctica del intercambio de equivalentes, culminando en relaciones interpersonales (Zwischenmenschlichkeit) en las cuales el "inter ...", el "entre" está unificado y uniformado en la ley del valor y en las cuales lo "personal", lo "humano" ("Menschlichkeit") está dividido en cualidades ocultas: extractos y sustitutos de la jerarquía de una cultura del dinero impulsada hasta el nivel de la transformación del ser humano en mercancía.

Como todo poder, también éste está en contradicción con su exteriorización, su manifestación. Siendo especie, modo de ser (Wesensart) a razón de su esencia, el poder se convierte por su exteriorización como violencia directamente en impotencia, en su no-esencia (Unwesen), rompiendo su red tejida de las abstracciones del intercambio de equivalentes, esa red de comunicación artificial. En la enfermedad este antagonismo genérico (Gattungsantagonismus) está exteriorizado y es unidad idéntica, es decir: apariencia. Enteramente síntoma, la enfermedad abstractifica de la sustancia de la ley del valor la forma básica de la unidad esencial humana como violencia.
Si valor y violencia son la esencia de la enfermedad, la enfermedad su apariencia (Erscheinung), entonces es de suponer en todo caso que la apariencia no tiene su función en mostrar su esencia, sino en ocultarla. El fenómeno enfermedad es representativo para el antagonismo entre valor y violencia. Vuelve a representar algo como unidad (es stellt etwas als Einheit wieder vor) lo que, si estuviera unido como valor y violencia, sería un no-algo (ein Nicht-Etwas), una nada (Nichts).
Se podrá por consiguiente esperar, que violencia y valor forman el entorno genético y actual de la enfermedad, que no "recuerda", no "interioriza" (
"erinnert") tanto su forma violencia como su contenido valor de otra manera que el temblar del grito de muerte la lucha del amo y el siervo, la que para Marx se transformó en el modelo de la lucha de clases.
Que es exactamente la enfermedad y ningún otro fenómeno que aquí representa la unidad de lo por principio incompatible, esto está fundamentado, en una primera aproximación, en la referencia a la especifidad genérica (Gattungsspezifitaet) de la forma valor ("en ninguna otra parte que en el ser humano") por un lado y la categoría fuerza de la naturaleza por otro lado. Ambas están conservadas y superadas (aufgehoben) en el ser humano –para, reactualizada como alienación, convertirse en enfermedad: auto-apareamiento (Selbstbegattung).

Pasando revista al culto con la enfermedad de cuño helenístico-estoico llamó la atención ya al principio que está intercalada del todo en el poder estatal y en el sistema del intercambio de equivalentes. No aparece, no se manifiesta (sie erscheint nicht), sino que es –a saber una clase de sustancia portadora que se pelea con sus diversos humores, elementos y contaminaciones. En cambio, apariencia es el poder (estatal) representado por el dios de la enfermedad Esculapio y el acto abstractificante de intercambio representado por el monje-terapeuta.

También sin enfermedad del dios parece claramente que es la esencia de la enfermedad que se presenta ante ella aquí bajo la máscara del monje y dios para "curarla", a saber –como ya dicho al principio- la enfermedad como apariencia con enfermedad como esencia.
No solamente se sabe cuán fácilmente los enfermos se quedaron en la estacada cuando estuvieron demasiado débiles para llegar hasta los lugares de "salvación" (Staetten des Heils), cuando como embarazadas, como personas económicamente necesitadas, etc., fueron mandadas a paseo, cuando sucumbieron durante el sueño "curativo" o pocos meses después [cuando se hicieron culpables de cualquier irregularidad sobre todo en materia de ofrendas-óbolos (impuestos)]. Todos estos "fracasados" fueron interpretados oficialmente como terapia intencionada por parte del dios. Además se sabe tanto de la rigurosamente observada separación entre el acto cultual, es decir el acto abstractivo, representado en el terapeuta con el fin de equivaler al enfermo a sus ofrendas-óbolos (impuestos), de ajustarle a la forma valor "sin conciencia", como del modo de manifestarse el dios y obrar, o también no –pero en todo caso directamente como vivencia sonámbula del paciente preparado y conservado al pasar del anonimato y la apersonalidad numinosa al lugar del hallazgo de un tesoro curando la pobreza o de un medicamento.

Los contextos genéricos (Gattungszusammenhaenge) valor y violencia, el primero representado por el terapeuta, el último por el dios, estaban no solamente separados meticulosamente el uno del otro. Ni siquiera establecieron una relación o unión en su cosificación correspondiente, sea como medicamento, sea como tesoro, ni mucho menos en la enfermedad misma en la cual la violencia sobrenatural del valor habría traicionado y desvelado su autoría de la comercialización del ser humano en materia de la enfermedad, como sustituto de la especie humana.

Pero exactamente la producción de la forma valor por el acto de intercambio, dirigido y programado por el dinero, ese agente de la comercialización universal, está todo menos que separada de la violencia.
Así por ejemplo tanto el alma como el dinero, para mencionar solamente las cosificaciones más importantes y más primordiales de la forma valor, ambos están concebidos (konzipiert) como violencia sobrenatural, es decir prevenidos contra la destrucción por presión y golpes (gefeit gegen Druck und Stoss), calor y alta tensión, en general contra todo tipo de fuerza de la naturaleza.
La forma valor se erige así como poder exactamente sobre (y contra) aquella violencia, la que tanto necesita como ninguna otra cosa para su existencia continuada. La diferencia esencial (Wesensverschiedenheit) de su origen, ésa tiene su raíz en la naturaleza, aquélla en la sociedad, sigue existiendo también en el hecho de que se excluyen mutuamente como el fuego y el agua.

Y el esclavo es materia prima con la contradicción de seguir siendo mercancía que tiene que ser desbravada con violencia y dominada durante toda su vida para estar adecuada a la forma valor sin objetivarse como cosa de valor (Wertding) con el significado de un alma. Aunque en vista del objeto universal abstracción del intercambio, también el poseedor de mercancías está objetivado, es objeto (¡para la libertad la lengua helenística de la antigüedad ni siquiera ha acuñado, a pesar de la "democracia", una palabra!), pero las fuerzas que le desbravan y dominan son enfermedad y, como sinónimo, cultura. Al mismo tiempo enfermedad es, aunque en toda alienación, violencia allí donde es, más allá del culto inmediato acuñado por ella, el fundamento portador de la cultura.

No solamente el llegar a igualarse a las más altas cosas de valor, a dios y los dioses que son, a diferencia del dinero, cosas de valor inteligibles sólo por el pensamiento, no solamente el jugar su papel, sino serlos, y eso en todo momento, sobre todo en aquel de la muerte física –es la esencia del acto de intercambio de equivalentes el abstractificar todo, incluido la persona-, es esta identificación en el sentido inequívocamente clínico-psicopatológico la que posibilita a un Alejandro ("yo soy Júpiter Amón") para tener presente la vida de Júpiter Amón, tal como la enfermedad representa la unidad entre valor y violencia; la que hace morir a dios en la cruz, porque el crucificado llega a ser uno con él, es decir que dos habrían sido demasiado, y porque ya desde siempre fue esa más alta cosa de valor, la equivalencia entonces tiene toda la razón de convertirse en la toda omnipotente forma valor -, todo esto muestra cómo y por qué bajo la dictadura de la economía capitalista del dinero la enfermedad domina y penetra toda la superestructura cultural y estatuye una, hasta hoy todavía no terminada contrarrevolución cultural en permanencia, pero sobre todo realiza al ser humano social como especie indivisible, como individuo que es dueño de su alienación tan sólo en forma de los enfermos revolucionarios que reactualizan la contradicción esencial entre valor y violencia como práctica cultural-revolucionaria.

El mantener separados mercancía y valor, o sea, lo que es lo mismo: el mantener puros y limpios esclavos y poseedores de esclavos, alma y forma estatal, todo eso tanto en la práctica cultual como en el sentido ideológico y de creación de cultura: esta función de élite en el interés de la forma valor alienante, del principio de equivalencia el que convierte todo y a todos lo uno en lo otro y en su contrario, esta función de élite fue tanto la arque-iatría como la iatrocracia. Ambas quedaron absorbidas por la apariencia (Schein) de la enfermedad en su calidad de fundadora y programadora de cultura, como partes integrales. Son pertenecientes a la enfermedad, porque ésta se muestra durante milenios siempre como efecto secundario no solamente pasajero, sino plásticamente modificable, a todo lo contrario de su esencia (Wesen), hoy conocida bajo el nombre de sistema de salud (Gesundheitswesen).

La era del capitalismo temprano no conoce –dicho de modo exagerado- la enfermedad, sino sólo las consecuencias o sea sus efectos secundarios: magia, obra de brujas y del diablo. Lo que fue la enfermedad en la antigüedad precapitalista como apariencia sustancializada, esto es enfermedad entre los siglos XIV y XVI como esencia cuajada tendencialmente en forma de sustancia abarcadora de todo, en forma de sustituto de la especie.
Los oprimidos ya no están solamente con carne y hueso transformados en mercancía. Más allá de ello están como siervos y trabajadores "libres" divididos en dos vidas distintas, es decir, ninguna vida: en la mercancía fuerza de trabajo para venderla como su posesión y, en lo posible, para capitalizarla, y en la base vital inajenable e invendible de esta mercancía fuerza de trabajo. Su vida es, por consiguiente, tan poco vida individual, o sea, concretización de la especie indivisible a través de cada uno. Aún menos como en el Estado de negreros-esclavistas de la antigüedad. Es una vida dividida en "consumo productivo y consumo improductivo". El resultado de uno es la vida del capitalista, el del otro es la vida del trabajador mismo (K. Marx). La vida "atomizada" en forma del desgarramiento de sus productos de fisión tiende, cada parte por sí misma, a descomponerse y disgregarse en direcciones opuestas.

De modo análogo a los poseedores de mercancías de la antigüedad, en el tránsito de "la Edad Media – Edad Moderna" también son precisamente los oprimidos los que están particularizados. Gracias al ejercicio corporal de la esclavitud asalariada y eso por la (inter)mediación de la ley de valor, comenzando con el primer aliento, son al mismo tiempo participantes, sinergistas, -y si uno quiere- cómplices del acto de intercambio abstractificante.

Así como de éste procedía en la antigua sociedad esclavista la psique, conforme a la forma valor cosificada en el dinero, así reclaman para sí ahora también los oprimidos este imperecedero en-todas-partes-y-en-ninguna, siempre-y-nunca. Y esto es, dicho sea de paso, desde la óptica de los dominantes un acto de rebelión, y en sus libros de historia figuran quemas de brujas y guerras de religión. Y por supuesto –correspondiente al estado de los mecanismos ideológicos de resistencia de entonces- fueron (por el lado de los dominantes) proscritas estas almas como productos del diablo, o sea, con más precisión: fueron salvados del diablo en la hoguera que les privaba "solamente" del cuerpo vivo. En el caso de paganos constaba de antemano, que no tenían almas y procedían del diablo.
Pero a la sistemática de la enfermedad pertenece decididamente la culminación de la psique en un poder mágico [fuerza (Gewalt) patógena y letal] en conexión con prácticas que tienen inequívocamente la impronta del sujeto universal-abstractificante, prácticas que recibieron relativamente tarde el visto bueno del entorno de la revolución en efecto burguesa bajo la denominación de curas simpatéticas, mesmerismo y magnetismo animal. Se equivale una imagen, el cuerpo modelado de material moldeable y cosas por el estilo, el cuerpo así modelado de aquel que debe ser el objeto del procedimiento mágico, y en concentración extrema, es decir, prescindiendo de todos los demás contenidos experimentales (Erfahrungsinhalte), se equivale esa imagen, ese cuerpo modelado a la imagen recordativa del afectado durante tanto tiempo hasta que desaparezcan estos contenidos de la conciencia en la impresión general (Gesamteindruck) de la unidad de valor.
En otras palabras: se trata de que lo que sucede automática e inadvertidamente en cada compra o venta de mercancías, que el comprador o el vendedor está obligado a pasar por alto su interés por el uso, la clase de los objetos de intercambio, el lugar y la hora, y a concentrarse solamente en el valor para que se produzca la transacción, todo eso se pone, por así decirlo, en obra como sugestión en el procedimiento mágico. Y parece que la impresionabilidad profundamente arraigada de cada ser social por todo lo que muestra, y sea solamente de lejos, rasgos fisiognómicos del hechizo universal dinero, ha llevado a resultados parcialmente sorprendentes que todavía hoy son objeto del celo investigador burgués porque aquellos no tienen nada que ver con física, psicología, estadística, sociología y etnología, etc., pero tanto más con la mutación defectuosa ser humano de la cual hay que desentenderse científicamente. Los vasallos venden su fuerza de trabajo a los dominantes, pero el sustrato, ellos mismos, es decir, lo que, en coincidencia con los dominantes y en contra de su pretensión de monopolio, llaman alma, la venden al diablo. A la magia del oro y dios (del dinero que domina todo) oponen los oprimidos aquélla del alma, es decir del sustrato cosificado de la mercancía fuerza de trabajo, y del diablo.

A diferencia del precapitalismo de la antigüedad el fenómeno enfermedad está ocultado considerablemente por su esencia, a saber, valor y violencia, que se convirtió, de incógnito –se sobreentiende-, en casos de exorcismos, por ejemplo, en una fuente de oro y prestigio para el emprendedor Iglesia, el mismo fenómeno, que pasaba al comienzo de la Ilustración explícitamente, en calidad de mercancía tratamiento de los enfermos, del diablo a los médicos.
Así el cuerpo médico era heredero del diablo.

A los médicos ya no se les consideraba y ya no actuaban como intermediarios del culto, como los monjes-terapeutas de la antigüedad. Consideraban tanto al ser humano como al animal como seres con alma –una concepción que es bastante consecuente desde la idea de la máquina laboral (L’Homme machine)-, se les consideraba magnéticos y magnetizantes. Como el alma es, conforme a su esencia, un pensamiento más abstracto, múltiples veces alienado, a saber: un reflejo cosificado de la cosa de valor dinero, puede reactualizarse solamente en el contexto con un acto de intercambio. La expresión "sobrecreación" (Ueberzeugung, literalmente en alemán: sobrecreación, figurativamente: convicción) circunscribe los procesos reales y los resultados de un modo más sugestivo que la expresión científica sugestión misma, tomándola literalmente, porque no sólo señala sobre lo "sobrenatural" como hecho banal de una sociedad de intercambio basada completamente en el intercambio de equivalentes, una sociedad de intercambio que ejerce inconscientemente y sin pensar la magia, sino que subraya expresamente una categoría central del proceso de la especie (Gattungsprozess).

Pero que sea el magnetismo o la discrasia, que sea una forma de energía de la naturaleza como materia prima o poder sublime cultual, que sea la forma valor vulgarizada o la fuerza-violencia del demiurgo: ninguno de estos lados y momentos, a pesar de ser dotado cada uno de ellos con la pretensión de producir y de curar enfermedad, cumple los requisitos del concepto, a saber, de reflejar la esencia en la apariencia (Erscheinung). Así se consigue por ejemplo en el caso del proceso de la especie la unificación sólo en apariencia (der Erscheinung nach), el principio esencialmente singular de la especie aparece en el cigoto (óvulo fecundado), pero sin superar la separación (Auseinandersein), desunificación (Uneinheitlichkeit), enajenación (Entaeusserung) y especificación.
La referencia al proceso de la especie y a la metafórica de la sobrecreación (Ueberzeugungsmetaphorik) no se sitúa entonces en el nivel de una deducción del concepto de la enfermedad a partir de lo expuesto hasta ahora, sino hay que entenderla como una anticipación. En lo hasta ahora expuesto los conceptos valor y violencia fueron lo máximo de la generalización que se manifestaba en el ámbito histórico de la enfermedad. Pero hacía falta lo numinoso (dioses) para reflejar lo que se daba a (re)conocer a base de la esclavización muy fácilmente como violencia en su estado primitivo natural-pecuniario; el fenómeno valor, identificable sin más como producto del desarrollo histórico de una sociedad, está atribuido del todo, como reflejo del "magnetismo animal", a la naturaleza, donde no sería con razón ni asunto de los dioses ni tampoco fenómenos de la naturaleza, sino asunto del concepto de reflejar ambos momentos, exactamente: asunto del concepto de la enfermedad.

Con todo eso, enfermedad es el lado de la apariencia (Erscheinung), el concepto universalidad genérica (Gattungsallgemeinheit) la esencia. Éste es determinado por los contenidos específicos para el concepto de la enfermedad, violencia y valor, que son al mismo tiempo sus momentos esenciales …

73-’75, Zz, 7/752
Huber

De: SPK-Documentación 3 , 1ª edición 1977

Traducción:
PF/SPK EMF Espa

Redacción final: Huber
                             KRANKHEIT IM RECHT

13.06.2015